“El mayor y más potente órgano sexual no está entre las piernas de hombres y mujeres, sino detrás de las orejas”
John Money
Neuroendocrinólogo
Universidad Johns Hopkins en Baltimore
Indudablemente, penes y clítoris quedarían sumidos en un letargo de no ser porque, de vez en cuando, son agitados por estímulos hormonales y mensajes eléctricos elaborados en el sistema nervioso central.
Lejos de tener mente propia, como aseveró Leonardo da Vinci hace 500 años, el pene —y también el clítoris— está sujeto a la dictadura de nuestro encéfalo. Éste rige la conducta erótica del ser humano, desde los impulsos primitivos hasta las sensaciones libidinosas más elaboradas. El control del instinto sexual reside en el sistema límbico, la sede de las emociones. Pero junto a esta especie de “cerebro de mamífero primitivo”, opera otro cerebro de reciente aparición en términos evolutivos. Se trata del neocórtex o corteza cerebral, el cual otorga al erotismo humano una dimensión desconocida en las otras 4300 especies de mamífero que hay en el mundo; en la nuestra, el sexo no sólo es un instrumento para la perpetuación de la especie, sino que cumple también una definida función de relación social. En palabras del profesor Alonso de Medina, “en el hombre el acto sexual es algo más que el puro sexo bestial de procreación; es también un sexo de relación, un diálogo físico, una actividad lúdica que sirve al propósito de unión de la pareja”.
En este punto hay que decir que los éxitos y fracasos de nuestras relaciones amorosas no son fruto de los antojos de Cupido. Así es, la conducta sexual aparece deslindada por nuestros conocimientos y fantasías sexuales, así como por los tabúes, los mitos, las inhibiciones, las creencias religiosas y morales, las carencias emocionales, las experiencias traumáticas y la educación recibida, entre otros muchos factores.
De este modo, la dimensión erótica de un individuo y el primer paso hacia un orgasmo pasa por la cabeza. A través del cerebro se inicia el proceso de excitación sexual en respuesta a los pensamientos que surgen durante la estimulación sexual, sea: visual, auditiva, olfativa y/o gustativa. Las caricias despiertan más pensamientos sexuales, se ubican más hacia los genitales, senos, piernas, cadera con la intención de provocar una sensación de placer, buscando conseguir el placer propio y el de la pareja.
Toda esta estimulación produce un torrente hormonal y eléctrico en nuestro cerebro. Por ejemplo, una descarga de feniletilamina cerebral puede llevar a la lujuria, mientras que la secreción de oxitocina refuerza los lazos emocionales que propician la monogamia; y el orgasmo se puede resumir en una secuencia de sacudidas electrizantes. No se equivoca Irwin Goldstein, urólogo de la Universidad de Boston, al afirmar que “el cerebro es el órgano sexual más importante”.
En este punto hay que decir que los éxitos y fracasos de nuestras relaciones amorosas no son fruto de los antojos de Cupido. Así es, la conducta sexual aparece deslindada por nuestros conocimientos y fantasías sexuales, así como por los tabúes, los mitos, las inhibiciones, las creencias religiosas y morales, las carencias emocionales, las experiencias traumáticas y la educación recibida, entre otros muchos factores.
De este modo, la dimensión erótica de un individuo y el primer paso hacia un orgasmo pasa por la cabeza. A través del cerebro se inicia el proceso de excitación sexual en respuesta a los pensamientos que surgen durante la estimulación sexual, sea: visual, auditiva, olfativa y/o gustativa. Las caricias despiertan más pensamientos sexuales, se ubican más hacia los genitales, senos, piernas, cadera con la intención de provocar una sensación de placer, buscando conseguir el placer propio y el de la pareja.
Toda esta estimulación produce un torrente hormonal y eléctrico en nuestro cerebro. Por ejemplo, una descarga de feniletilamina cerebral puede llevar a la lujuria, mientras que la secreción de oxitocina refuerza los lazos emocionales que propician la monogamia; y el orgasmo se puede resumir en una secuencia de sacudidas electrizantes. No se equivoca Irwin Goldstein, urólogo de la Universidad de Boston, al afirmar que “el cerebro es el órgano sexual más importante”.
Espero te sea útil
Con afecto, Yraida
Fuente: Estractos de un artículo publicado en la revista española Muy Interesante
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