Los que tienen la fortaleza y el amor suficientes para sentarse junto a un moribundo, en el silencio que va más allá de las palabras, sabrán que ese momento no es espantoso ni doloroso, sino el pacífico cese del funcionamiento del cuerpo físico.
Observar la muerte pacífica de un ser humano nos recuerda la caída de una estrella; en un cielo inmenso, brilla y desaparece para siempre en la noche perpetua. Recordándonos nuestra propia finitud material, mostrándonos la infinitud de nuestro espíritu.
Elisabeth Kübler-Ross
Espero te sea útil
Yraida
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