Un artículo de Carola Castillo, sobre la acción e inacción, para iniciar este 2011. Disfrútalo!
“Nadie está libre de la acción ni siquiera un momento” Shri Krishna
“Te odio”; “¿Por qué no me quieres?”; “Yo soy mejor que tú”; “Soy poderosa y te puedo hacer daño si me dejas”; “Mi vida sin ti sería la muerte”; “Antes de que tú me dejes, te dejo yo”; “Tú eres lo que más quiero”…
La acción puede aumentar la calidad de nuestro ser y nuestro destino. Toda actividad surge de forma espontánea como parte del juego de la naturaleza. La idea según la cual “hago esto o aquello” es ilusoria, una presunción errónea que habitualmente superponemos a lo que realmente sucede. En este sentido, ni siquiera generamos nuestros propios pensamientos.
Los pensamientos, como todos los procesos de la naturaleza, simplemente “suceden”. No son efectos propios de nuestra personalidad egoica. De hecho, el mismo sentido del ego surge como una de las actividades espontáneas de la naturaleza, creyéndose a si mismo autor de algunos actos y presumiendo sufrir sus consecuencias.
Lo que se sacrifica es, en última instancia, el ego. Mientras se considere al ego como autor de las acciones, tales actos supondrán una limitación. La idea subyacente es que somos lo que somos a causa de lo que hacemos o, más bien, de “cómo” lo hacemos. En nuestras acciones, expresamos quién o qué somos (o imaginamos ser).
En otras palabras, externalizamos nuestro ser interior, de tal forma que nuestras acciones son un reflejo de nosotros mismos. Pero no se trata solo de reflejos. Existe una “retroalimentación” entre nuestras acciones y nuestra propia esencia. Cada acción actúa sobre nuestro sí-mismo y contribuye a la completa estructura de la persona que pretendemos ser.
De esta forma, para simplificar, si alguien tiende a ser compasivo o bondadoso, sus acciones pueden ser consideradas como acciones buenas o benignas, contribuyendo a reforzar así la innata bondad o compasión del individuo.
Por otro lado, si alguien tiende a ser malvado o destructor, sus acciones serán del tipo que catalogaríamos de malignas o destructivas y reforzarán la innata maldad del individuo.
Las acciones e inacciones tienen sus inmediatos y visibles resultados, que pueden ser o no intencionados, pero igual de importante sobre la cualidad de nuestro ser es su invisible efecto posterior.
Podemos efectuar una donación de caridad mensual y obtener así varias ventajas, como exoneración de impuestos —resultado visible de nuestra acción—, pero también poner en marcha fuerzas invisibles que moldean y transforman nuestro ser y nuestro destino futuro: “recogemos lo que sembramos”.
Los mecanismos del destino en el plano físico y en cualquier otro plano de existencia están controlados por la calidad de las acciones de la persona o, de forma más precisa, por su intención.
“La liberación a través de la acción”, “la liberación dentro de la acción”, o la transcendencia de las motivaciones egoístas.
Cuando se transciende la ilusión del ego como sujeto que actúa, entonces se reconoce que las acciones ocurren de forma espontánea. Sin la interferencia del ego, su espontaneidad se presenta como un suave fluir.
Por eso, los seres realmente enfocados, muestran una economía y elegancia de movimientos y actos que no se encuentra generalmente en los individuos no enfocados.
Tras la acción del ser encaminado no hay un autor; se podría decir que el autor es la naturaleza misma. La acción e intención responsables requiere que cada acción se lleve a cabo con una disposición de ánimo radicalmente distinta a nuestra manera de ser cotidiana.
No sólo se nos pide que asumamos la responsabilidad por las acciones adecuadas sino que en acción de estar en perfecto fluir podamos abandonar el egoísmo eterno de pretender cambiar las cosas a nuestro favor.
Más allá del bien y del mal, del dolor y del placer, más allá de la necesidad.
Las dos alas de un pájaro, ambas necesarias para volar, afirman que la libertad se logra mediante el desarrollo armonioso de ambos medios: tiene beneficiosos efectos invisibles y es casi para siempre.
Todas las acciones —físicas, de palabra o de pensamiento— tienen consecuencias en un futuro más o menos cercano y de las cuales debemos asumir toda responsabilidad. Todo acto tiene su reflejo, su consecuencia. Actúa sobre la emotividad y controla la actividad.
“Te odio porque me muestras el que soy y no quiero verme”. “Cuando no siento tu amor es porque te dejo la responsabilidad de no conocer el mío”. “Creo ser mejor que tú (para estar en la relación solo (o sola) y así desconocer que tu amor es diferente al mío. Nunca te he visto”.
“Al no ser capaz de encontrar mi propio amor, he buscado las formas de que me mantengas ocupado(a) con la posibilidad de la venganza y no del amor”.
“Te engaño con complacencias pues sé que así aseguro tu amor y no mi muerte”. “Rechazo todo lo que haces para que me dejes antes de yo sentir todo el amor hacia ti que me duele tanto”.
“Tú eres lo que más quiero, porque no sé quién soy yo”.
“Vivo por ti para no conocerme”. “Sería horrible la verdad al final: que solo me tengo a mí y lo que he sembrado…”.
Este nuevo año que comienza en acción, te invito a salir de la cotidiana culpa y victimización, hacerlo diferente y a retomar tu destino como parte de tu responsabilidad.
Una buena acción no tiene tiempo… solo consecuencias…
Fuente: www.carolacastillo.com
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Espero te sea útil
Saludos, Yraida
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