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Había una vez un hombre que se sentía castigado por
Dios, se sentó sobre el estiércol lleno de pus: había perdido todo y a todos
sus hijos.
Y allí vinieron tres amigos para consolarlo, se
sentaron a una cierta distancia y durante ocho días no dijeron ni una palabra.
Esa es la compasión: resistir aquello que el otro esté
sufriendo, sin intervenir. Y solo cuando nace de adentro, quizás uno le acerque
el dedo meñique: acompañar sin intervenir. Este movimiento viene desde un lugar
sagrado, profundo, interno; sin juicio, sin crítica, sin falso amor.
Bert Hellinger
Espero hayas disfrutado este reflexivo cuento
Saludos, Yraida
Espero hayas disfrutado este reflexivo cuento
Saludos, Yraida
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