"Quien no comprenda una mirada tampoco comprenderá una larga explicación" Proverbio Árabe.

Lección de Amor 2: Renunciar a querer tener la razón

martes, 5 de febrero de 2013

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En todos los juicios que yo hago sobre ti, hay un juicio sobre mí mismo... Y ambos son igualmente ciertos, igualmente falsos.

Mientras piense que yo estoy en posesión de la verdad y tú no lo estas; creare separación, desigualdad y estableceré las bases para que el sufrimiento se instale en mi vida. Lo mismo ocurre si pienso que tú posees la verdad y yo no.

La realidad es que ambos poseemos una parte de la verdad y una parte de ilusión. Los dos miramos al mismo elefante, pero tú ves la cola y yo veo el tronco. Cuando se mira por separado, la cola y el tronco parecen que no tienen nada en común. Solo cuando se ve la totalidad del elefante es cuando la cola y el tronco unidos, cobran sentido.

No es necesario que diga que tú tienes razón y que yo estoy equivocado. No necesito reemplazar mi verdad por la tuya, o vivir mi vida según tus premisas. Ni tampoco es preciso que diga que tu estas equivocado y que insista en que debes vivir tu vida según mis condiciones.

Estas exigencias provienen de la inseguridad y de la falsa creencia de que, para amarnos los unos a los otros, debemos estar de acuerdo. No es cierto.

Permitir que tengas tu experiencia es el principio. Aprendo a respetar lo que piensas y sientes, incluso cuando no me gusta o no estoy de acuerdo con ello. Incluso aunque me disguste.

En lugar de hacerte responsable del dolor que siento en relación a ti, aprendo a enfrentarme a mi propio dolor. Mi reacción a tu experiencia -positiva o negativa- me proporciona información sobre mí mismo.

El compromiso conmigo mismo y contigo es trabajar con mi propio dolor, no responsabilizarte a ti de él.

Solo cuando te devuelva el don de tu propia experiencia, sin imponerte mis propios pensamientos y sentimientos sobre ella, te amare sin condiciones.

Cuando acepte tu experiencia tal cual es, sin sentir la necesidad de cambiarla, te respetare y te tratare como a un ser espiritual.

Mis pensamientos y sentimientos tienen importancia en sí mismos, pero no como comentarios o acusaciones a tu experiencia. Al comunicar lo que pienso o siento sin hacerte responsable de mis pensamientos y sentimientos, acepto mi propia experiencia y permito que tú tengas la tuya.

En las relaciones, al igual que en la conciencia, las dos caras de la moneda deben ser aceptadas como iguales. Una persona no superara el conflicto hasta que la experiencia de ambas haya sido respetada.

La cuestión no es nunca el acuerdo, aunque lo parezca. La cuestión es:

¿Somos capaces de respetar nuestra experiencia mutuamente?

Adaptarse es hacerle al otro un lugar junto a nosotros; es no imponerse ni que se nos impongan.

Una vez que se llega a la adaptación, ambas partes moran juntas. El hombre y la mujer, el blanco con el negro, el rico con el pobre, los judíos con los cristianos. Aceptar nuestras diferencias es honrar la humanidad que tenemos en común, es bendecir mutua y profundamente la experiencia que compartimos.

Al aceptar la validez de tu experiencia sin intentar cambiarla, sin intentar que sea algo más parecida a la mía, mi propia experiencia empezara a adquirir un mayor significado.

Cuando te contemplo como a un igual y no como a alguien que precisa ser educado, reformado o determinado, el significado de nuestra relación se revela por sí mismo. Cuando se le da la bienvenida a cada parte, el todo empieza a tomar forma y resulta más fácil comprender y apreciar el significado de las partes.

Un mundo que pretende conseguir un acuerdo, encontrara conflicto y sectarismo. Un mundo que proporciona un espacio a la diversidad, encontrara la unidad esencial para convertirse en entero y suficiente para florecer.
Estracto del Libro "El Despertar" de Raúl Ferrini
Con afecto, Yraida

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