Silencio,
introspección, iluminación, sabiduría, luz interior, oración, retiro, paz… éstas son algunas de las características que el arquetipo del
Ermitaño nos invita a mirar en estos tiempos de cambio.
Lao
Tsé en el Tao Te King nos dice que “las cosas son relativas... por eso el sabio
rechaza todo exceso, desecha todo lujo y evita la complacencia”. La sabiduría
se relaciona con el desapego por aquello que no permanece, que está destinado a
desaparecer a diferencia de nuestra esencia. Según Jung representa el Ermitaño
el arquetipo del espíritu, el sentido oculto preexistente al caos de la vida.
La energía del Ermitaño no viene a hablarnos de dogmas, ni a juzgar ni a
restaurar el equilibrio, viene para “religarnos”, lograr que encontremos
nuestro camino hacia nuestro interior. Es un peregrino sin hurgar en nuevos horizontes.
“El
sabio – dice Lao Tsé – sin salir sabe todo, sin ver conoce, sin actuar logra
todo”. Aparenta estar muy conectado con su tiempo presente y estar en paz. Su
energía es ying. La lámpara que lleva en sus manos es símbolo de introspección
y de iluminación personal, no ya colectiva ni tampoco reservada a seres
canonizados, todos estamos llamados a ser Buda. Su llama está protegida porque
él sabe que debe iluminar y no cegar. El fuego descontrolado puede ser
desastroso.
En los mitos cuando el héroe ya ha escuchado la “llamada” a la
aventura y se encuentra en pleno camino aparecen los ayudantes mágicos que le
darán pócimas o le develarán secretos que luego utilizará en el momento
oportuno. Uno de esos personajes es el Anciano o la Anciana Sabia. En esa
instancia el héroe no alcanza a comprender el mensaje o a tomar conciencia de
la utilidad de lo recibido, sin embargo lo escucha para más tarde comprobar que
ha sido prudente seguir los consejos del sabio. Cuántas veces en nuestra vida
la voz de nuestro sabio interno nos aconseja y no lo escuchamos, estamos
demasiado ocupados y luego comprobamos que de haber seguido su consejo
habríamos evitado un daño. Demasiado ocupados en un mundo en el que a pesar de
las múltiples actividades que tengamos cuando apagamos las luces de nuestros
dormitorios nos sentimos vacíos. Sin embargo, aunque pongamos la radio más
fuerte y recorramos el planeta en busca de nuevas sensaciones no podemos
escapar a nuestra naturaleza humana.
Según
Jung la apremiante necesidad de encontrar un significado es el motor primario
que hace nacer todos los aspectos de la psique, incluyendo la conciencia del
ego. No podemos vivir en plenitud si negamos nuestra necesidad de encontrarle
un sentido a las cosas. El
Ermitaño nos propone encontrar ese sentido a través de la lámpara propia. Hay
momentos en la vida en los que necesitamos encontrar nuestra verdad, para eso
se requiere que hagamos silencio, tengamos fe y los recursos para aprovechar
este tránsito. Si no nos encontramos maduros no podremos entender el mensaje
del Ermitaño.
Su sombra
nos habla de que los hábitos del moje pacífico pueden convertirse en uniformes
de guerra, o en gestos grandilocuentes provenientes de gurúes que conducen a la
masa a suicidios colectivos. También su sombra es el ser huraño, soberbio, el
que se aísla del mundo y no se hace cargo de sus responsabilidades terrenales y
permanece en un estado de depresión, como si fuera un vegetal. Erich Fromm en
su libro “El miedo a la libertad” reflexiona acerca de cuáles son las
motivaciones que puede tener una sociedad que en el pasado ha luchado por su
libertad para someterse e instalar en el poder regímenes tales como el nazismo
y el fascismo.
El Ermitaño nos enseña el arte de la soledad, estado que nos permite separarnos de la masa para conectar con nuestra individualidad. La soledad no está bien vista en nuestros días de redes sociales. Pareciera que el “solitario” está incompleto, algún problema tendrá porque se separa del resto, es “raro”. Los otros, los que sí se agrupan, los que siguen las últimas tendencias de la moda, los que no se cuestionan las costumbres, se sienten amenazados por estos “solitarios”, ellos les recuerdan el silencio, el vacío, el bosque inconmensurable al que no quieren entrar.
Paradójicamente
la palabra “soledad” se relaciona etimológicamente con la palabra “sol” que
simboliza unidad, individualidad, luz, plenitud. El arte de la individuación es
un paraje solitario en el que luego podremos tender puentes hacia los demás,
aquel que se auto-realiza se separa para luego unirse auténticamente. No
hay vínculo posible con otro si estoy separada de mí misma, de mis
potencialidades, de mis temores, de mi oscuridad.
En un mundo que gira a toda
velocidad, el Ermitaño nos habla de un tiempo de paciencia y calma. Conectarnos
con la energía del presente y vivirla intensamente, es en definitiva lo único
que poseemos: el pasado ya se fue y el futuro todavía no nos pertenece. Hay un
tiempo para cada cosa, una época para sembrar y otra para cosechar, la vida es
un proceso, un viaje. El
Ermitaño lo sabe como conoce también la volatilidad del tiempo, pero lejos de
resentirse por esta lo aprovecha al máximo, se vuelve creativo, se transforma y
nos recuerda el valor del silencio...
Aún cuando parezcan antisociales a los
ojos de la masa, los períodos de soledad permiten que uno vuelva a la comunidad
con ideas nuevas y creativas que pueden provocar un cambio beneficioso para
ella. ¿Qué puede suceder entonces si no atendemos el llamado del Ermitaño a la
introversión? Dice Sallie Nichols, en su libro: Tarot Junguiano, que puede traer como consecuencia una soledad
forzada que ocasione una gran depresión o una enfermedad mental.
El
Ermitaño puede darnos la paz que necesitamos en medio del caos, y lejos de darnos la transitoria calma de un spa, nos ayuda a
producir en nuestro interior una verdadera transformación, preparándonos para los cambios que se avecinan.
Fuente:
Sallie Nichols en Tarot Junguiano
Espero te sea útil
Saludos, Yraida
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