"Quien no comprenda una mirada tampoco comprenderá una larga explicación" Proverbio Árabe.

Elogio a la soledad. Momentos de Introspección

jueves, 19 de abril de 2012

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Silencio, introspección, iluminación, sabiduría, luz interior, oración, retiro, paz… éstas son algunas de las características que el arquetipo del Ermitaño nos invita a mirar en estos tiempos de cambio.

Lao Tsé en el Tao Te King nos dice que “las cosas son relativas... por eso el sabio rechaza todo exceso, desecha todo lujo y evita la complacencia”. La sabiduría se relaciona con el desapego por aquello que no permanece, que está destinado a desaparecer a diferencia de nuestra esencia. Según Jung representa el Ermitaño el arquetipo del espíritu, el sentido oculto preexistente al caos de la vida.

La energía del Ermitaño no viene a hablarnos de dogmas, ni a juzgar ni a restaurar el equilibrio, viene para “religarnos”, lograr que encontremos nuestro camino hacia nuestro interior. Es un peregrino sin hurgar en nuevos horizontes.

“El sabio – dice Lao Tsé – sin salir sabe todo, sin ver conoce, sin actuar logra todo”. Aparenta estar muy conectado con su tiempo presente y estar en paz. Su energía es ying. La lámpara que lleva en sus manos es símbolo de introspección y de iluminación personal, no ya colectiva ni tampoco reservada a seres canonizados, todos estamos llamados a ser Buda. Su llama está protegida porque él sabe que debe iluminar y no cegar. El fuego descontrolado puede ser desastroso. 

En los mitos cuando el héroe ya ha escuchado la “llamada” a la aventura y se encuentra en pleno camino aparecen los ayudantes mágicos que le darán pócimas o le develarán secretos que luego utilizará en el momento oportuno. Uno de esos personajes es el Anciano o la Anciana Sabia. En esa instancia el héroe no alcanza a comprender el mensaje o a tomar conciencia de la utilidad de lo recibido, sin embargo lo escucha para más tarde comprobar que ha sido prudente seguir los consejos del sabio. Cuántas veces en nuestra vida la voz de nuestro sabio interno nos aconseja y no lo escuchamos, estamos demasiado ocupados y luego comprobamos que de haber seguido su consejo habríamos evitado un daño. Demasiado ocupados en un mundo en el que a pesar de las múltiples actividades que tengamos cuando apagamos las luces de nuestros dormitorios nos sentimos vacíos. Sin embargo, aunque pongamos la radio más fuerte y recorramos el planeta en busca de nuevas sensaciones no podemos escapar a nuestra naturaleza humana.

Según Jung la apremiante necesidad de encontrar un significado es el motor primario que hace nacer todos los aspectos de la psique, incluyendo la conciencia del ego. No podemos vivir en plenitud si negamos nuestra necesidad de encontrarle un sentido a las cosas. El Ermitaño nos propone encontrar ese sentido a través de la lámpara propia. Hay momentos en la vida en los que necesitamos encontrar nuestra verdad, para eso se requiere que hagamos silencio, tengamos fe y los recursos para aprovechar este tránsito. Si no nos encontramos maduros no podremos entender el mensaje del Ermitaño.

Su sombra nos habla de que los hábitos del moje pacífico pueden convertirse en uniformes de guerra, o en gestos grandilocuentes provenientes de gurúes que conducen a la masa a suicidios colectivos. También su sombra es el ser huraño, soberbio, el que se aísla del mundo y no se hace cargo de sus responsabilidades terrenales y permanece en un estado de depresión, como si fuera un vegetal. Erich Fromm en su libro “El miedo a la libertad” reflexiona acerca de cuáles son las motivaciones que puede tener una sociedad que en el pasado ha luchado por su libertad para someterse e instalar en el poder regímenes tales como el nazismo y el fascismo.

El Ermitaño nos enseña el arte de la soledad, estado que nos permite separarnos de la masa para conectar con nuestra individualidad. La soledad no está bien vista en nuestros días de redes sociales. Pareciera que el “solitario” está incompleto, algún problema tendrá porque se separa del resto, es “raro”. Los otros, los que sí se agrupan, los que siguen las últimas tendencias de la moda, los que no se cuestionan las costumbres, se sienten amenazados por estos “solitarios”, ellos les recuerdan el silencio, el vacío, el bosque inconmensurable al que no quieren entrar.

Paradójicamente la palabra “soledad” se relaciona etimológicamente con la palabra “sol” que simboliza unidad, individualidad, luz, plenitud. El arte de la individuación es un paraje solitario en el que luego podremos tender puentes hacia los demás, aquel que se auto-realiza se separa para luego unirse auténticamente. No hay vínculo posible con otro si estoy separada de mí misma, de mis potencialidades, de mis temores, de mi oscuridad. 

En un mundo que gira a toda velocidad, el Ermitaño nos habla de un tiempo de paciencia y calma. Conectarnos con la energía del presente y vivirla intensamente, es en definitiva lo único que poseemos: el pasado ya se fue y el futuro todavía no nos pertenece. Hay un tiempo para cada cosa, una época para sembrar y otra para cosechar, la vida es un proceso, un viaje. El Ermitaño lo sabe como conoce también la volatilidad del tiempo, pero lejos de resentirse por esta lo aprovecha al máximo, se vuelve creativo, se transforma y nos recuerda el valor del silencio... 

Aún cuando parezcan antisociales a los ojos de la masa, los períodos de soledad permiten que uno vuelva a la comunidad con ideas nuevas y creativas que pueden provocar un cambio beneficioso para ella. ¿Qué puede suceder entonces si no atendemos el llamado del Ermitaño a la introversión? Dice Sallie Nichols, en su libro: Tarot Junguiano, que puede traer como consecuencia una soledad forzada que ocasione una gran depresión o una enfermedad mental.

El Ermitaño puede darnos la paz que necesitamos en medio del caos, y lejos de darnos la transitoria calma de un spa, nos ayuda a producir en nuestro interior una verdadera transformación, preparándonos para los cambios que se avecinan.

Fuente: Sallie Nichols en Tarot Junguiano 

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